Vestirse por las mañanas para reducirse, mimetizarse, recordarse. Comer, fumar, beber para ser gesto, impulso, un yo acogido entre la multitud. Multitud que acompaña y juzga, que calma y paraliza. Beso y peso. Asumir que no siempre nos verán como queremos que nos vean. Asumir que mostrarse vulnerable también genera belleza, más allá de los cánones establecidos y del patriarcado. Asumir el miedo a caer para encontrarse con el silencio, con la panza que es almohada y universo, con la pluma que es baile, con lo que eres y el equilibrio. Asumirse vulnerable y encontrar en el miedo, el miedo al abismo de un inicio o de todos los inicios, el motor para vivir.